El fantasma de perder el trabajo se agudizó en este periodo tras el cambio de gobierno, las políticas económicas y la ola de despidos. Expertos en psicología coincidieron en que se vive en un estado de alerta  y que eso puede causar estrés y hasta depresión.

Recientemente se conoció un estudio de consultoras privadas que ubica entre las principales preocupaciones de las personas al desempleo y según estos sondeos más de la mitad de los encuestados piensa que puede perder su trabajo.

Más allá de la postura y las políticas que fue tomando el Gobierno Nacional de Mauricio Macri respecto a los despedidos y la ley que pide la oposición, lo cierto es que esta preocupación llegó a desterrar el miedo a la inseguridad y la inflación, incluso en tiempos de ajuste.

Agenhoy dialogó con la licenciada María Gabriela Fernández Ortega del Instituto Sincronía, especialistas en estrés, ansiedad  y emociones, quien reflexionó acerca de cómo influye este nuevo escenario en la vida personal y social de las personas, qué tipo de trastornos aparecen y de qué manera sobrellevar la dificultad de este nuevo “miedo social”.

Agenhoy-¿Qué significa, más allá de lo económico, el trabajo para la personas?

Fernández Ortega - Desde lo más conceptual hasta lo más concreto el “trabajo” es algo fundamental en la vida de las personas.  Es la columna vertebral alrededor de la cual organizamos nuestro tiempo y los quehaceres de nuestra vida y también y mucho más importante, el trabajo funciona como un soporte de la identidad.  Si bien el ser esencial es más que el Hacer, el Hacer también nos define.  Y se define tanto que lo traslada hasta a su semántica.  Se presenta a sí mismo como “Soy… (abogado, médico, periodista, etc.)”.  El concepto Trabajo está asociado al concepto de supervivencia.  La falta (o la idea de que sea algo factible) genera emociones muy intensas de miedo principalmente. Tanto que el organismo sujeto a este alto grado de estrés y sostenido en el tiempo, lo traduce en cambios químicos que dan lugar a dos respuestas básica: la primera tiene que ver  con el temor porque se trata de un cambio vivido como una amenaza. La segunda tiene que ver con el eje del enojo. Nos volvemos irritables y paranoides, porque en este contexto los demás comienzan a ser tomados como potenciales enemigos”.

Agenhoy-¿Cómo afecta, este panorama de “incertidumbre”económica y laboral, a  las personas que temen perder su empleo? ¿Aparecen trastornos? ¿Cuáles?

Fernández Ortega - Cómo se va a ver afectada la persona va a depender de su personalidad previa, la edad, el momento vital, cuántas responsabilidades tenga, cuántas personas tiene a cargo, cuántos compromisos asumidos tiene (económicos y de gestión) en relación a ese trabajo.  Los trastornos suelen presentarse ante este panorama dependiendo de la capacidad de la persona de anticipar su futuro (si se ve con más o menos posibilidades de reinserción, edades de los hijos, si su cónyuge trabaja).  El estar sin trabajo durante periodos prolongados aumenta la probabilidad de desarrollar síntomas asociados al estrés que esto conlleva.  Síntomas como ansiedad desregulada, depresión, enfermedades psicosomáticas. A muchos se les cierra el estómago, a otros les sube la presión.  El estado de alerta no se abandona y esto produce cambios en el modo de comer y alteraciones a la hora del descanso (no poder dormirse, despertarse varias veces en la noche o despertarse muy temprano y no poder conciliar el sueño).

Agenhoy-¿De qué manera afecta a la vida en sociedad el malestar individual?

Fernández Ortega - Hay una mayor tensión entre las personas. A nivel intrapersonal, al estar bajo mayor estrés crónico, la persona va a estar más hostil, más huidiza, más ansiosa, con activaciones del orden del miedo o más activaciones del orden de la agresión.  A ese malestar propio va a buscar regularlo.  Cuándo falla ese intento de regulación también lo traslada interpersonalmente  en la primitivización del trato con el otro (malas contestaciones, modales bruscos, poca paciencia).  Todo se tiñe de urgencia y falta de cortesía.  Para peor, como me siento observado y evaluado, la tensión no cesa y me lleva a dejar de colaborar con los otros, a quiénes de repente puedo ver rivales o como potenciales reemplazantes.

Agenhoy- ¿Qué consecuencias tiene en el seno de las familias que atraviesan este temor?

Fernández Ortega - Las consecuencias tendrán que ver con quién es el que está desocupado. Si es el jefe de familia o es un hijo. Este último caso es algo muy visto en los últimos años.  Jóvenes a los cuales les está costando insertarse, la preocupación de los padres, cómo los padres tienen que prolongar el apoyo económico que les dan a sus hijos porque a ellos les está costando la inserción laboral.  Las ansiedades de los padres de que los hijos emigren buscando salidas laborales, temores de que no estén a la altura de las circunstancias para poder desarrollarse, miedos a que no encuentren trabajo y a que si encuentran, los ingresos sean muy bajos.  Muchas veces están sobrecalificados para los trabajos, con lo cual también hay frustración no solo en el joven, sino en la familia y miedo a la proyección de ese joven a lo largo del tiempo.

Agenhoy - ¿Influye el panorama social actual?

Fernández Ortega - Sin duda.  El que fuere, estaría influyendo igualmente. Los individuos tanto como sus entornos forman un ecosistema dónde las partes están íntimamente vinculadas. El hombre es uno y sus circunstancias decía Ortega y Gasset.

Agenhoy-“Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo y  los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo”, dice en uno de sus libros el periodista y escritor  Eduardo Galeano ¿Hay un miedo social que nos invade, un miedo global a lo inestable?

Fernández Ortega -Desde lo más concreto, el primer paso es tratar de serenarse para pensar y poder poner las cosas en perspectiva porque los cambios son parte de la vida de todos y a todos nos puede llegar a pasar eso que nunca pensamos que nos podía llegar a suceder.  Como segundo paso, salir de la pasividad y la queja.  Son actitudes que nos colocan en un lugar de indefensión y de quietud que no sirve.  No hay que aislarse, el sentirnos acompañados nos calma y es clave para coordinar acciones.  Regular la emoción enojo con el uso de la respiración diafragmática, tomándose el tiempo para varias pausas en el día, ya sea para tomarse un té, verse o chatear con un amigo o tan solo mirar por la ventana.

Los cambios son inherentes a la vida.  Este concepto se une a una mirada quizás más propia de una sociedad occidental capitalista dónde si uno hace las cosas de determinada manera, tenés asegurado un tipo determinado de resultado (sueño americano) y que eso te va a asegurar un determinado tipo de vida.  Y lo que está mostrando este principio de siglo no es tan así. Lo que vemos es que la constante es el Cambio y que hay que convivir con la Incertidumbre.  Lo único permanente en nuestras vidas es la impermanencia y cuánto más rápido lo entendamos, mejor preparados vamos a estar para enfrentar lo que sea.