Por Jorge Joury |Hoy el frente está rodeado por un muro de chapas prolijamente acomodadas. Es la muestra de un proceso de demolición que ya culminó. Detrás de esos muros se escribió parte de la historia de una mujer que llegó a la Casa Rosada y le puso sello polémico a una época. Es la casa de 4 y 32, donde Cristina Fernández de Kirchner transitó su infancia humilde, la que marcó su adolescencia. Ella misma lo recordó durante su gobierno. Fue en una entrega de viviendas. "Me impactó eso de pensar todas las mañanas cuando se levantan si el propietario no les va a renovar el alquiler o les va a pedir mucho más y no lo van a poder pagar. Lo digo porque me tocó vivirlo cuando era muy chiquita, tendría dos años apenas”, dijo. Y continuó “Durante la época peronista había una ley de alquileres que no permitía el desalojo de los inquilinos. Lo primero que hizo el golpe de la Revolución Libertadora fue desalojar esa casa. Tuvimos que irnos de esa vivienda en que yo había nacido, en 4 y 32".

Hoy esa propiedad, de frente conformado por armoniosas lineas de pequeños ladrillos a la vista, vive sus últimos días. Pocos saben que allí nació la mujer que gobernó durante dos períodos la Argentina. A 100 metros, aún vive en ese barrio una amiga que recuerda que la casa de Cristina era muy humilde y por aquel entonces no tenía cloacas. En el frente aún se observa la placa que lleva la firma de su constructor: S. Zaffi e hijos. En la parte superior, aparece un cartel de chapa que señala: Obra a demoler y construír. Destino: vivienda multifamiliar. Expediente PPE 4196. Ejecución: arquitecto Matías Pecci. Empresa Hipermax Construcciones. La casa es modesta, pero bien conservada y erigida sobre un  pequeño lote de la esquina, en una superficie de unos 10 metros de frente por otros tántos de fondo.

LOS AÑOS MAS DUROS

En ese lugar, la ex presidenta pasó los primeros años de su infancia, cuando los padecimientos eran frecuentes y el dinero no alcanzaba. Vivía con su madre, Ofelia Wilhelm, su tía Noemí y su abuelo, Carlos Wilhelm, un obrero del frigorícico Swift de Berisso, a quien llamaban "El Negro".

El certificado de nacimiento asegura que Cristina Elisabet Fernández llegó al mundo un mediodía del el 19 de febrero de 1953. Su mamá era apenas una joven de 24 años y estaba soltera. Pero no nació en un sanatorio, ni en un hospital, sino en la vivienda de una partera. La comadre vivía a unas pocas cuadras de la precaria casa alquilada de la calle 4 y 32 en la que habitaba la familia de Ofelia Wilhelm.

El embarazo y la maternidad sin casamiento, a principio de los años cincuenta, fue un cimbronazo para los Wilhelm, que lo vivieron como un escándalo. La propia Presidenta le confesaría, muchos años más tarde, a Sandra Russo, su biógrafa oficial, que nadie en su familia se había tomado el trabajo de informarle sobre su condición de hija natural. Ella sola lo descubrió, comparando fechas, cuando ya era una mujer adulta y tenía sus propios hijos.

LA PARADA DE FERNANDEZ

Los Wilhelm siempre habían sido pobres. Una carencia de la que sólo saldrían seis años más tarde gracias a Eduardo Fernández, que ya era propietario de un colectivo y que se convirtió en una suerte de angel de la guarda de la madre de Cristina. Los padres de Fernández, además, tenían vacas y algunas tierras en City Bell, un patrimonio que era casi un sinónimo de riqueza. Fue él quien compró un terreno y luego construyó una casita americana para su nueva familia política en la 523 bis entre 7 y 8. Lo apodaban "el Colorado" por su color de piel, o "el Tarta" por sus problemas para expresarse. A fines de 1958 Fernández se casó con Ofelia embarazada de Gisele, su segunda hija, quien llegó al mundo el primer día de 1959. Cristina habla poco de ella. Se trata de una médica que padeció problemas psiquiátricos a causa de un desencanto amoroso, cuentan en voz baja en el Hospital Rossi, donde trabajaba.

La periodista Laura Di Marco, autora de una biografía de CFK, revela en su libro que Cristina ocultó ese pasado, porque le daba vergüenza y nunca habló de su primer escuela, la  Dardo Rocha,  ubicada en 7 y 32, donde asistía con un delantal en muy mal estado. No obstante, se prodigaba de manera constante, en referirse a su salto posterior por el colegio Misericordia, ubicado en las calles 4 entre 43 y 44. Allí concurría una clase media acomodada, lo cual socialmente la posicionaba. Esos fueron los años felices. Ya con el prolijo uniforme, acostumbraba a discutir con sus compañeras para imponer ideas. Jugaba al truco con  habilidad porque sabía mentir  y comenzó a fumar para darse estatus.

BAJO EL ENCANTO DE MACONDO

También iba a bailar a los boliches de moda, principalmente al desaparecido Macondo, propiedad del Negro Morales,ubicado en las calles 45 entre 8 y 9 y que marcó a varias generaciones . Allí cantaron Joan Manuel Serrat y Josephine Baker, la denominada "diosa de ébano". El local tuvo su máximo esplendor entre los años 1975 y 1982. En esos casi cuatrocientos metros cuadrados trabajaban medio centenar de empleados para atender a las 800 personas que concurrían con asiduidad para que los conocidos les señalaran luego en los lugares de tertulia la frase que les daba categoría: "te ví en Macondo".

Hay quienes recuerdan que lo que más le incomodaba a Cristina por aquel entonces, era que la llamaran "piruja". Este término de la época había sido instalado por Juan Carlos Colombres, apodado Landrú en la  famosa revista Tía Vicenta. El término "pirujas", era como "mersa". Se refería a las primas pobres económica e intelectualmente, de María Belén y Alejandra los personajes de ficción del humorista, a las que calificaba  de "gente de bien" o "como uno".

Cristina Fernández empezó a despertar en la polìtica  a raíz de las charlas con su abuelo, con el que tenía gran afinidad. Fue el primero en encandilarla con pasajes de la vida de Eva Perón. Sus amigas recuerdan que aquella morocha llamativa, siempre mostró un carácter fuerte, a tal punto que de chica mantenía  permanentes confrontaciones con su madre.

NOVIAZGOS Y MILITANCIA

Tras ser desalojada de  4 y 32, la familia de Cristina se mudó a una propiedad de rejas blancas, ubicada en Tolosa, en las calles 522 bis entre 7 y 8. Allí continúa viviendo hoy su madre, Ofelia Wilhelm. CFK luego culminó sus estudios universitarios recibiendo el título de abogada en la Facultad de Derecho, ubicada en la calle 7 número 776.

Fueron los comienzos de la militancia. Allí conoció a quien luego sería su marido, Néstor Kirchner. Antes, en su adolescencia, estuvo  de novia con  Raúl "El Lagarto" Cafferata, un ex rugbier del  colegio San Luis, e hijo de reconocida familia platense. Una pequeña burguesía de empresarios y profesionales con aspiraciones aristocráticas.

La presidenta y Cafferata tuvieron un noviazgo de cinco años, que empezó cuando Cristina tenía dieciséis, una relación que significó para aquella chica de Tolosa un enorme ascenso social. Para tener una primera aproximación, digamos que el mejor amigo de Cafferata era y sigue siendo el  ex embajador en España, Carlos Bettini, cuya abuela María Mercedes Hourquebie de Francese era viuda de un constructor y dueña de una de las grandes fortunas platenses. Bettini y Cafferata eran compañeros en el exclusivo colegio San Luis y también jugaban juntos al rugby en el club del mismo nombre.

EL VERDADERO PADRE

La periodista Laura Di Marco relató que "Cristina  en realidad es hija de Florencio Láttaro, un compañero de trabajo de su madre que trabajaba en la Dirección de Rentas del Ministerio de Economía". Lattaro falleció en 1972.  Era buen mozo, soltero y "picaflor". Así lo describieron algunos platenses de esa generación, que fueron empleados de aquella oficina y que conocieron detalles de la trama amorosa.

Tanto en Tolosa, como en ciertos círculos platenses que la Presidenta frecuentó durante su adolescencia y su juventud está muy instalado el hecho de que el colectivero Eduardo Fernández fue quien terminó reconociendo a la nena que Ofelia habría tenido con otro hombre, que no pudo o no quiso hacerse cargo. Eso podría explicar, en parte, que Fernández haya entrado oficialmente tan tarde a la historia de los Wilhelm. Cuando se casó con Ofelia, Cristina estaba por cumplir los seis años.

"El drama de Cristina es ése, que el verdadero padre no la reconoció. Eso es lo que siempre  se ha comentado en la sociedad platense", admite una de sus compañeras del secundario en el colegio de Nuestra Señora de la Misericordia. No obstante, nadie se anima a firmarlo. La propia Laura Di Marco sostiene que la única manera sería haciendo un ADN. Lo cierto es que parte de los enigmas de esta historia, terminaron bajo las  ruinas de la casa de la calle de 4 y 32, donde hoy solo deambulan espíritus de otras épocas, convertidos en polvo.

Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP. Su correo electrónico es jorgejoury@gmail.com. Quienes desen visitar su blogs, pueden recurrir al sitio: Jorge Joury De Tapas.