Por Araceli Bellotta

Hoy se celebra en la Argentina el Día de la Soberanía Nacional en homenaje al Combate de la Vuelta de Obligado, librado el 20 de noviembre de 1845, cuando las fuerzas de la Confederación Argentina se enfrentaron con Francia e Inglaterra, las dos potencias más poderosas del mundo de la época.

Don Juan Manuel de Rosas era el gobernador de la provincia de Buenos Aires y tenía a su cargo las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina por delegación de los mandatarios del interior, cuando ese día, a las ocho y media de la mañana, 11 buques anglo-franceses armados con 99 cañones atacaron a las fuerzas nacionales apostadas en las orillas del Río Paraná, en el paraje conocido como la Vuelta de Obligado, en San Pedro, provincia de Buenos Aires. El objetivo de las potencias extranjeras fue presionar para que Rosas concediera la libre navegación de los ríos que exigían desde hacía años los emigrados unitarios refugiados en la Banda Oriental haciéndose eco de los intereses británicos en connivencia con la oligarquía porteña.

El combate, más que desigual, duró 8 horas en las que las fuerzas comandadas por el general Lucio Mansilla pelearon con valentía pese a la escasez de armamentos. Contaban apenas con 4 baterías a cargo de 160 artilleros y otros 60 de reserva, 1.000 milicianos de infantería con algunos cañones, 600 infantes, 2 escuadrones de caballería y 300 vecinos de Baradero, San Pedro, San Nicolás y San Antonio de Areco.

Agotadas las municiones, el general Mansilla ordenó extender una gruesa cadena entre ambas orillas, como último y desesperado intento para detener el avance de la flota invasora.

Los enemigos lograron forzar el pasaje del río. Detrás de los buques de guerra seguían los barcos mercantes repletos de mercaderías para comerciar en las provincias. Pero los jefes entendieron que era inútil desembarcar porque los pobladores se levantarían en contra de ellos. Es que Rosas contaba con el apoyo de todos los gobernadores, las legislaturas provinciales, los principales hombres y hasta el último gaucho estaba dispuesto a empuñar las armas para defender la soberanía del país. Él mismo se lo había advertido al embajador inglés John Mandeville cuando lo amenazó con la invasión: “Se perfectamente que Gran Bretaña sola y más unida a Francia podrán apoderarse de Buenos Aires con sus buques y sus tropas. ¿Y entonces, qué? Las guerrillas circundarían la ciudad y bien pronto los obligaríamos a ustedes a rendirse por hambre”.

El 20 de Noviembre fue incorporado al calendario de conmemoraciones históricas recién en 1974, durante el último gobierno del general Juan D. Perón, cuando se aprobó la ley 20.770 que proclamó a esta fecha como el Día de la Soberanía Nacional y lo declaró feriado optativo. La dictadura cívico militar instaurada en 1976 derogó la ley, hasta que el 3 de noviembre de 2010 la presidenta Cristina F. de Kirchner, por el decreto 1584, instituyó el día como feriado en todo el territorio nacional.

¿Por qué se tardó tanto tiempo en reconocer esta gesta? Si hasta el mismo general José de San Martín la había calificado en 1846 como “de tanta trascendencia como nuestra emancipación de la España”.

Porque durante muchos años primó el relato historiográfico que calificaba a Rosas como “tirano”, como caudillo de la barbarie y contrario a la civilización ubicada siempre en Europa.

En su libro La gran epopeya, el Combate de la Vuelta de Obligado, el historiador Pacho O´Donnell lo explica y advierte que fueron los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX quienes escribieron la historia. “Los mentores de aquella ideología –escribe- estaban convencidos del modelo de país que pretendían, y lo ejecutaron sin reparar medios. En su aspiración de progreso, diseñaron una sociedad a imagen y semejanza de las naciones poderosas de la época, copiaron sus instituciones y sus cartas magnas, sin considerar que aquellos paradigmas respondían a circunstancias, idiosincrasias, características ajenas a las raigalmente argentinas”.

“Para lograrlo –agrega- tuvieron que enfrentar y tratar de superar una dificultad supina: sus habitantes, la plebe, según su concepción, no cabían en el proyecto ´civilizador´. Contra ellos habían combatido a lo largo de los años de las guerras civiles, pues los criollos, los indios, los gauchos, los mulatos, los orilleros habían sido leales, en su inmensa mayoría, a quienes representaban sus intereses ante el despotismo porteño: Artigas, Dorrego, Rosas, Ramírez, Peñaloza, Felipe Varela. (…) Es evidente que la versión de la historia que escribieron servía y sirve a los propósitos del porteñismo ´civilizador´”.

Debió irrumpir la corriente historiográfica del revisionismo histórico para que la figura de Juan Manuel de Rosas fuera considerada con mayor ecuanimidad y también su defensa sin dobleces de la soberanía nacional frente a las imposiciones de las naciones más poderosas.

Fue esa corriente la que dio a conocer otra carta de San Martín sobre el Combate de Obligado: “Los interventores habrán visto que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca: a un tal proceder, no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuera la suerte que nos depare el destino; que por mi íntima convicción no sería un momento dudosa en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda”.

Fuente:

O´Donnell, Pacho. La gran epopeya. El Combate de la Vuelta de Obligado. Grupo Editorial Norma. Bs. As. 2010.