La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, suspendida de su cargo por el Senado, afirmó este jueves que en el juicio político al que será sometida en el Congreso, no estará en juego su mandato, sino el "futuro" del país.
Acompañada por quienes fueron sus ministros y colaboradores, Rousseff dio un discurso en el Palacio presidencial de Planalto tras ser notificada de su suspensión y aseguró que sufre "la mayor de las brutalidades que se puede cometer contra un ser humano: castigarlo por un crimen que no cometió".

"Dilma, guerrera de la patria brasileña", coreaban cerca de 3.000 militantes del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y de movimientos sociales concentrados frente a la Presidencia y a quienes Rousseff se unió después de abandonar Planalto.

La mandataria evitó salir del edificio por la rampa que habitualmente utilizan los presidentes que entregan el cargo para dejar claro que, como lo dijo en el discurso, seguirá luchando por volver a la jefatura del Estado.

Apoyada por sus colaboradores más estrechos, entre ellos el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, Rousseff se acercó a saludar a sus simpatizantes, en su mayoría vestidos de rojo, color que identifica al PT.

A diferencia de la presidenta, que solo durante unos minutos dejó traslucir su tristeza, Lula, su padrino político, no pudo esconder su abatimiento y se mantuvo en un largo silencio y en un discreto segundo plano.

Previo a ello, Rousseff hizo un emotivo discurso pero supo mantener el temple para volver a denunciar lo que en su opinión es un "golpe", frente al cual pidió a sus partidarios que se mantengan "movilizados, unidos y en paz", porque "la lucha por la democracia no tiene una fecha para acabar".

La mandataria, suspendida de su cargo durante los 180 días que puede durar el juicio político abierto este jueves por el Senado, aseguró que esa decisión abre "un momento decisivo para la democracia" y el "futuro de la nación", que es lo que se jugará en el proceso.

Rousseff evitó la condición de "suspendida" y dijo que se dirigía al país en condición de "presidenta electa" por los 54 millones de votos que recibió en los comicios de 2014, cuando fue reelegida para el segundo período interrumpido este jueves.

Afirmó que "lo que está en juego ahora" no es su mandato, sino "el respeto a las urnas, a la voluntad soberana del pueblo y la Constitución", las "conquistas sociales de los últimos años", la "esperanza" de los más pobres y también la enorme riqueza petrolera descubierta en aguas profundas del océano Atlántico.

Tal como ha hecho en los últimos meses, negó las acusaciones en su contra, fundamentadas en maniobras fiscales irregulares en que incurrió el gobierno en 2014 y 2015, y aseguró que cuando se acusa a un gobernante sin pruebas, "en el mundo democrático se lo llama golpe".

Insistió en que es objeto de un "proceso frágil, jurídicamente inconsistente e injusto, contra alguien que no ha cometido ningún delito" y reiteró que "no existe injusticia más devastadora que condenar a un inocente".

También aseguró, en franca alusión al vicepresidente Michel Temer, que asumió su cargo hoy, que "el mayor riesgo en este momento es que el país sea dirigido por los sin votos, aquellos que no fueron elegidos por la población y que no tienen legitimidad para enfrentar los desafíos" de Brasil.

Advirtió que la gestión que encabezará Temer "podrá verse tentada a reprimir a quienes piensen distinto" y afirmó que ese nuevo gobierno "será la gran razón para la continuidad de la crisis política" en el país.

"Mi gobierno jamás reprimió movimientos sociales, jamás reprimió manifestaciones políticas, incluso las realizadas contra mí. Ahora corremos el riesgo, con un gobierno ilegítimo, que, como otros gobiernos de ese tipo, caiga en la tentación de reprimir las protestas, de reprimir las reivindicaciones", afirmó.

"Tengo orgullo de ser la primera mujer electa presidenta de Brasil" y "lucharé con todos los instrumentos legales para ejercer mi mandado hasta el fin, agregó Rousseff, quien dijo que "el destino siempre" le reservó duros desafíos.

Citó "el dolor invisible de la tortura" que sufrió en su juventud en la dictadura, y el dolor de un cáncer que le fue detectado en 2009.

"Conseguí vencerlos siempre, pero ahora sufro el dolor de la injusticia y lo que mas duele es la injusticia, el percibir que soy víctima de una farsa jurídica y política" cuando "creía que ya no sería necesario volver a luchar contra un golpe", declaró con la voz a punto de quebrarse y casi con lágrimas en los ojos.

No obstante, garantizó que "la lucha contra el golpe es larga, puede ser vencida y será vencida", pues "se le probará al mundo que hay millones de defensores de la democracia" en Brasil.

"Nuestro pueblo sabe que la historia es hecha de lucha y que siempre vale la pena luchar por la democracia, que es el lado cierto de la historia", declaró la mandataria, que podría recuperar el cargo si fuera absuelta en el proceso que enfrentará en el Senado.