Alberto Fernández plantea un gobierno de unidad a la máxima expresión posible y esto constituye en sí un desafío central; desde ya, un desafío propio de la crisis del país tras el paso de Mauricio Macri por la presidencia. Abrazarse con quien piensa bien diferente, dialogar con todos los sectores, poner la otra mejilla llegado el caso, sepultar históricas confrontaciones y mantener el equilibrio interno en un espacio como el Frente de Todos que se caracteriza por la diversidad de miradas. No existe el ideal, pero parece un camino sensato, aunque difícil.

Realidades dolorosas como los niveles de pobreza, desocupación, desequilibrios sociales, economía caótica, inseguridad y demás expresiones de lo que pudo forjar el macrismo en el poder permiten suponer que requerirá de un máximo esfuerzo por poner paños fríos en un principio y definir políticas prácticas, nacionales y populares con inmediatez. Y para esto no hay márgenes para llaneros solitarios.

Hay toda una cultura en la Argentina entorno de posicionamientos políticos extremos, riñas en diferentes planos e intensidades y un estado de odio en sangre que al paso del tiempo demostró que la búsqueda de “unidad” era una cuesta arriba demoledora. Pero el diagnóstico amerita un nuevo esfuerzo, así fue comprometido por Alberto Fernández.

Políticos, empresarios, periodistas y ciudadanos comunes y corrientes que mutan dejando poco a poco atrás su devoción, colaboración e inclinación macrista, no aparentan ser intérpretes de la vocación albertista, sino más bien la mutación camaleónica del ciclo de la vida. Pero también serán abrazados en este esquema.

El rechazo que genera Macri con sus salidas machistas, provocadoras, torpes, con datos falsos y hasta ridículas quedarán en un triste anecdotario. El accionar oscuro de trolls y funcionarios inescrupulosos y mediocres como Hernán Lombardi, también. Todo está guardado en la memoria, diría León Gieco, pero resulta indispensable la apertura de un tiempo en positivo.

Buena parte de los poderosos y derechas del mundo, más las aves de rapiña de los mercados financieros y el Fondo Monetario Internacional deberán cambiar de lentes para mirar a un país que expresará en las elecciones una voluntad diferente, según quedó a la luz en las PASO y en la tendencia que puede palparse en las calles. A este espectro no hará falta abrazarlo, como lo hizo este gobierno, sino marcarle la cancha.

Unirse hasta que duela… La Argentina tiene con qué dar un salto de calidad que atienda tantas necesidades básicas abiertas y, a la vez, plantarse de manera tal que pueda tener un horizonte de crecimiento equitativo.

Alejandro Delgado Morales.