Alejandro Delgado Morales.

Desde que asumió la presidencia, Mauricio Macri se presentó como un optimista empedernido, al punto de reconocer una y otra vez que tal vez incurrió en excesos de optimismo y que en esos excesos se encontrarán las explicaciones a objetivos no alcanzados y fracasos conocidos.

Especialistas en análisis de conductas humanas, coinciden en que posturas como estas, en realidad, suelen constituir recursos para ocultar realidades
Un error de cálculo, minimizar un problema, ocultar reales intenciones, sobrestimar capacidades no constituyen necesariamente dramas en la vida cotidiana del ciudadano de a pie, abundan ejemplos al respecto. Si se es presidente, el prisma es otro.

Y no faltan los asesores, a falta de pericia propia, que sugieran enmascarar situaciones, sobre la base de un “reconocimiento amigable” de una falla; por más que la falla impacte, por ejemplo, en el crecimiento de la pobreza en el país.

A principios de mayo 2018 se produjo una potente corrida contra el peso que permitía variadas lecturas en torno de la capacidad de conducción para enfrentar ese y demás problemas colaterales. Una periodista le preguntó a Macri cuál fue la responsabilidad del Gobierno en este tema y Macri respondió: “La autocrítica que me hago es que fui siempre demasiado positivo. Nos pusimos metas demasiado optimistas”.

Ahora, tras meses y meses de economía en llamas, datos negativos, desocupación sin soluciones, de niveles de pobreza dolorosos, al analizar la cuestión inflacionaria que dispara buena parte de estos males, el jefe de Estado reflexionó: “Nos ha costado más de lo que imaginé. Tal vez, fui demasiado optimista”.

“La inflación se combate no gastando más de lo que uno tiene. Eso nos ha costado muchísimo, la Argentina arrastra este problema hace décadas. Nos ha costado más de lo que imagine. En esto tal vez fui demasiado optimista”, expresó en diálogo con FM 100.1 Radio de la Costa.

Y acto seguido, Macri dio vuelta la página y buscó una salida elegante al afirmar que “por primera vez en años tenemos equilibrio primario en el presupuesto” y dijo que esta coyuntura “tiene que estar a servicio de la gente, no de la política“.

Se sabe que en campaña los políticos, en general, suelen lanzar flores al viento sin importar mucho si dispondrán de flores y si habrá viento. El propio Carlos Menem sinceró en los 90 que “si hubiera dicho en campaña lo que iba a hacer, no me votaba nadie”.

Es así que también se recuerda cuando Macri dijo públicamente muy suelto de cuerpo: “La inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar. En mi presidencia la inflación no va a ser un desafío. El desafío va a ser conseguirle trabajo a la gente”.

“Pobreza cero”, quita de impuesto a las ganancias, continuidad del “Fútbol para Todos” y siguen las firmas. La memoria nacional es de corta distancia, una placa roja tapa a la otra, y se cree desde el poder que con un control de los principales medios de comunicación y haciendo triquiñuelas en las redes sociales se puede tapar el sol. Desde esta perspectiva, claro que se puede apelar al derroche de optimismo como escudo.

Por definición, la conducta hace referencia al comportamiento de las personas. En el ámbito de la psicología se entiende que la conducta es la expresión de las particularidades de los sujetos, es decir la manifestación de la personalidad. Es por ello el concepto hace referencia a los factores visibles y externos de los individuos.

Se entiende que hay tres factores que la regulan o influyen en la conducta: Fin, motivación y casualidad. A su vez, es entendida como una herramienta que permite al individuo adaptarse al medio en el que se encuentra inmerso y así es que hay comportamientos de distinta índole.

La conducta de Macri basada en el optimismo militante es y seguramente continuará siendo analizada por especialistas pero, sobre todo, será valorizada en octubre próximo cuando llegue el momento de las urnas.