*Por Jorge Joury| Desde de la vuelta a la democracia en 1983, ningún gobierno quiso involucrarse demasiado en el futuro de las Fuerzas Armadas. Hubo diversos grados de ensañamiento, humillaciones y el desguace de gran parte de las estructuras operativas. En ese marco, la discusión sobre el futuro de la defensa nacional se fue postergando. Pesó más el lógico malestar de la sociedad contra los militares de la dictadura, que ponerse a discutir la defensa del país, algo que hace a la soberanía nacional.

La tragedia del submarino ARA San Juan, hoy es la postal más cruda de que el equipamiento de las Fuerzas Armadas se encuentra en terapia intensiva. Durante décadas, la discusión del tema fue escondido debajo de la alfombra. Menem decía: "ramal que para, ramal que cierra" y nos dejó casi sin ferrocarriles. El kirchnerismo sostenía que "avión que no puede volar, avión que no se reemplaza".

El desmantelamiento de la industria de la defensa, es un problema estructural que arrastramos desde el fin de la guerra de las Malvinas, aunque nunca ocupó un lugar privilegiado en la agenda pública.

Y ahora, la realidad del 2017 nos empieza a plantear el desafío inexorable de que hay que empezar a construir la defensa del 2030, si es que queremos estar a la altura del resto de las naciones. Es algo sustancial, para proteger las fronteras, frente a la amenaza latente del terrorismo internacional, el avance del narcotráfico, así como para evitar la depredación de los mares por parte de la piratería y proteger la riqueza ictícola, una de las mayores del mundo.

CUANDO LA POLITICA SE ESCONDE

De aquí en más, el gobierno de Mauricio Macri deberá asumir la obligación de encarar una nueva etapa, aunque esta vez difícilmente la gente se oponga, después experimentarse los efectos de semejante tragedia nacional como la que hoy inunda de dolor al país, con la pérdida irreparable de las vidas de 44 patriotas.

Por estas horas es una realidad que el misterio sobre las causas que generaron la desaparición del submarino ARA San Juan podría no despejarse nunca, según reconoció la propia Armada Argentina. El vocero de la fuerza señaló que la inspección visual, en caso de que se encuentre el navío, quizás no aporte evidencias que permitan dilucidar lo sucedido. Significa lisa y llanamente, la posibilidad de no conocer nunca lo que pasó dentro del gigante de acero. Horas después y por primera vez, el ministro de Defensa, Oscar Aguad, admitió que para el Gobierno toda la tripulación está muerta. Pero aún no hay indicios de un anuncio presidencial decretando duelo nacional, ni bandera a media asta, ni nada que conforme a los familiares. Es como si el Gobierno negara lo ocurrido.

Tanto el presidente como el ministro de Defensa, vienen esquivando las apariciones públicas desde el comienzo de la crisis. Nadie quiere asumir costos políticos. Pero es necesario saber qué pasó, para que la verdad no se muera junto a los 44 hombres de honor en las profundidades del mar.

Con ese objetivo, el único rostro que estuvo destinado a dar las malas noticias fue el vocero de la Armada, Enrique Balbi. Ninguna autoridad política siquiera lo escoltó en sus conferencias de prensa. Tanto Macri como Aguad hicieron apariciones breves en determinados momentos, pero los dos queda claro que tomaron distancia por temor a ser lastimados por la onda expansiva del malestar ciudadano.

Tal vez el Presidente debería reflexionar sobre lo que manifestó el experto en seguridad nacional, Rosendo Fraga. El politólogo consideró que la desaparición del submarino es un episodio que sirve para cerrar la grieta entre la sociedad y los militares. Y señaló un detalle: el 85% del voto en la Antártida fue para Cambiemos en el 2015 y el 2017 porque "el Gobierno fue neutral con los militares, pero el kirchnerismo fue hostil."

Hoy la discusión pasa por qué misión darles a las Fuerzas Armadas, cómo devolverles capacidades y modernizarlas y cómo superar una larga etapa de "desarme psicológico". Estos son algunos de los interrogantes que el poder político deberá discutir a la brevedad.

NI MIGAJAS PARA COMPRAR EQUIPAMIENTO

La falta de recursos ha sido una constante en los últimos años. Según el sitio El Auditor.info, que recoge los informes de control y registro de la nación, desde los montos asignados en el 2003, el 97% del dinero se destinó a gastos corrientes y ocho de cada diez pesos fueron para pagar sueldos. No quedaron ni migajas para comprar equipamiento. Fue consecuencia de decisiones de los distintos gobiernos desde 1983 hasta ahora.

También hay que dar cuenta, que en los últimos 15 años, la partida destinada a defensa descendió del 4% al 2% del presupuesto nacional, mientras que el ítem que engloba los subsidios al transporte y la energía creció del 9,3 al 14 por ciento.

Tomando en cuenta la expansión inflacionaria del país, la función defensa se multiplicó entre 2003 y 2017 por 22, en tanto que los gastos totales del Estados nacional crecieron 43 veces.

Siempre en términos nominales, el incremento más importante se dio este año, en comparación con 2016, con un incremento que superó los 14 mil millones de pesos. Frente a este escenario de carencia de recursos y con un secreto a voces que es la existencia de corrupción en la reparación de los equipos desgastados, más la apatía de cierta oficialidad escasamente motivada, la realidad se agrava.

Hay quienes sostienen que Macri tenía pensado a fin de año cambiar a la cúpula de las fuerzas armadas, pero la crisis por el hundimiento del submarino ARA San Juan, precipitó la decisión.

Hoy está en el ojo de la tormenta Marcelo Eduardo Hipólito Srur, titular de la Armada y quien tiene a su cargo el operativo de búsqueda. Fuentes confiables del Gobierno dan como un hecho su alejamiento, pero recién tras la aparición del buque y no en pleno operativo. Reconocen que “Srur quiere irse cuanto antes. Pero ahora le toca poner la cara. No lo pueden dejar marcharse en este momento”, confían en la Casa Rosada.

Srur acompañó al ministro de Defensa, Oscar Aguad, a la Base Naval de Mar del Plata para hablar con los familiares de los 44 tripulantes del submarino. En esa instancia, tuvo que hacer frente a un momento de alta tensión que duro más de una hora,entre llanto y reclamo.

LO SALIDA DE SRUR ES COSA JUZGADA

Existen dos frentes que justifican que Srur permanezca en su cargo por ahora. Uno de ellos, es que se trata de la cara visible de la coordinación de la búsqueda, en la que participaron 28 buques (16 de la Armada Argentina), nueve aeronaves (tres de la Armada Argentina) y 4 mil hombres (3.200 de la Armada Argentina), sumando un total de 18 países de apoyo. El otro tiene que ver con que sería negativa la repercusión internacional que tendría su salida en el medio de la búsqueda.Para el Gobierno, el impacto en el exterior es un tema muy sensible que Macri no quiere descuidar.

En la Casa Rosada admiten que Srur se va a ir cuando termine todo. Macri nunca echa a un funcionario en medio de la tormenta. También se reconoce, que desde mitad de año se venía estudiando un recambio en la cúpula de las Fuerzas Armadas.

Srur fue vicealmirante hasta que, con la asunción de Cambiemos al poder, fue designado al frente de la fuerza naval en enero del año pasado. En ese entonces, el anterior ministro de Defensa, Julio Martínez, decidió cambiar a todos los jefes de las Fuerzas Armadas como parte de una renovación generalizada.

Pero aún los fantasmas rondan en el caso del ARA San Juan. Las sospechas de posibles fallas técnicas navegan sobre el escenario del drama.

UN INFORME RESERVADO Y POSIBLES NEGOCIADOS

En esa dirección, sonaron las alarmas frente a un informe de la Marina, que el Gobierno conoció recién en los últimos días. Allí se había advertido que el snorkel falló en un viaje anterior hecho por el mismo submarino, porque por el uso de ese instrumento agua marina se filtró hacia el interior del buque aunque sin alcanzar las delicadas baterías. Un desperfecto no extraordinario para una nave de estas características.

Esta irregularidad, quedó asentada por escrito en un documento oficial del 5 de septiembre: el agua se coló por el snorkel y fue detenida por un “piletón” interno que resguarda a la máquina de entradas súbitas de líquido que pondrían en peligro todo su funcionamiento. Se trata de un problema que un submarinista experimentado sabe que puede pasar. Pero ese documento interno de la base de la Armada en Puerto Belgrano también sugería que debido a ese percance, que no llegó a mayores, el San Juan debía entrar a talleres de reparación en el 2018. Falta menos de un mes para que comience el 2018. Fuentes navales que trabajan en el caso admitieron que ese informe de septiembre nunca fue elevado a las superioridad naval y política.

Quedó guardado en Puerto Belgrano.

El ministro de Defensa, Oscar Aguad, se enteró pocos días atrás de la existencia de este informe de la Marina y supo también que incluía el consejo de que el submarino debía ser reparado en el 2018. Aparentemente, el snorkel presentaba algunas deficiencias.

Los familiares de las víctimas también sumaron denuncias.

Además de las sospechas de negociados que provocaron las reparaciones de la nave durante la gestión kirchnerista, varios parientes de quienes viajaban en el ARA San Juan han declarado que este se encontraba en pésimas condiciones y que, en 2014, ya había tenido fallas en su sistema de propulsión, que provocaron momentos de angustia en la tripulación.

LUCES ROJAS EN EL MANTENIMIENTO

Respecto de la investigación de los trabajos de mantenimiento del submarino, el informe de la Sindicatura General de la Nación (Sigen) también enciende luces rojas. De su lectura y análisis se puede señal que:

1. Según los estándares del submarino, estaba contemplada su reparación luego de los primeros 15 a 18 años de uso, cosa que no se observó, comenzando ese proceso recién a los 20 años, cuando ya se registraban emanaciones de fluidos desde sus baterías, los que constituían un serio riesgo para la salud de la tripulación.

2. Las obras comenzaron en 2005 en los astilleros de Tandanor. Estos trabajos consistían de 600 obras –entre las que estaban el replacado y la reparación integral de las baterías.

3. Se estimaba que todo ese trabajo, destinado a extender la vida útil del submarino por 15 años, duraría dos años y tendría un costo de $ 51.433.466. La verdad es que las tareas se extendieron a cinco años con un valor total de $ 127.8325.363, lo que representa una diferencia de más del 100%. Estas demoras significaron vencimientos de garantías, circunstancia que trajo aparejado un aumento de costos.

4. La renovación de las baterías debía hacerse a través de un trabajo conjunto entre la Armada y Tandanor bajo licencia de la empresa Hawker GMBH de Alemania. En el informe se hace constar que no se pudo verificar la recepción total de los materiales del replacado, ya que faltaba la documentación respaldatoria de la última entrega.

5. Respecto del contrato con Siemens, que participó en lo referido a la operación y el mantenimiento de los sistemas de propulsión y generación, no se obtuvo documentación respecto de las causas por las cuales las tareas pertinentes se demoraron cuatro años.

Poco antes de la tragedia del submarino ARA San Juan, el ministro de Defensa, Oscar Aguad, anunció un plan para dejar atrás décadas de desinversión. Hasta el momento, sin embargo, poco hizo el gobierno de Macri para revertir un estado de cosas que hacen que, para casi el 60% de la población, el país se encuentre desprotegido ante un eventual conflicto militar con otra nación, y que, para el 79,9%, no se invierta lo suficiente en las Fuerzas Armadas, de acuerdo con una encuesta de Taquion y la Universidad Abierta Interamericana.

La mejor prueba de la continuidad de este deterioro es el proyecto de presupuesto para 2018. En el caso de la Armada, nada menos que el 87% de los recursos se destinan a gastos de personal y apenas el 4,5% integra la partida para mantenimiento, reparaciones y bienes de uso. Esta última cae incluso de $ 1180 millones en 2017 a $ 968 millones el año próximo.

La obtención de la presidencia temporaria del G-20 por la Argentina representa un avance en términos de integración al mundo. Pero demasiadas evidencias sobre el estado del país plantean la duda acerca de si este puede garantizar la seguridad de una veintena de mandatarios extranjeros. Esa más evidente aún, cuando las autoridades no están en condiciones de desalojar de un espacio público a un grupo de piqueteros encapuchados, ni hacer frente a tomas, usurpaciones, ataques a civiles, invasión de parques nacionales y daños a edificios públicos o personal policial. Hay que poner atención, porque se podría caer en la trampa de un plan sistemático de debilitamiento institucional.

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP y analista político. Su correo electrónico es jorgejoury@gmail.com. Si querés consultar su blogs, podés dirigirte al sitio: Jorge Joury De Tapas.