Por Oscar Cuartango*

Teniendo presente que para el movimiento político al que pertenezco, “Gobernar es dar Trabajo”, y ante una nueva conmemoración del día del Trabajo, sin menoscabo de honrar la gesta épica de los mártires de Chicago y de las mujeres que no fueron ajenas a estas luchas y reivindicaciones, encuentro propicia la oportunidad  para dejar de lado enfoques historicistas de las efemérides y proyectarnos hacía el futuro en procura de responder, o por lo menos comenzar a analizar el interrogante: “ ¿Futuro del Trabajo que queremos ?”.

Aclaro que dicho interrogante no proviene de mis alforjas, como diría “El gran Atahualpa”, sino que lo tomo de una iniciativa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que bajo dicho interrogante convocó el 6 y 7 de abril pasado, a sus estados miembros y a las representaciones de empleadores y trabajadores de los mismos, a un diálogo global bajo la premisa, como lo destacó su director General, el británico Guy Ryder, que los gobiernos y los actores sociales del mundo laboral pueden y deben actuar sobre el futuro del trabajo ante la tecnificación, la robotización, la informatización; en definitiva, la automatización de tareas que avanza a pasos agigantados, generando paulatina pero aceleradamente, pérdida creciente de puestos de trabajo, y sin que ello implique repudio al avance tecnológico.

En respuesta al interrogante en cuestión, se han comenzado a esbozar ideas, tanto coyunturales como estructurales. Entre otras, se analiza gravar impositivamente la automatización para tornarla más onerosa y frenar o desacelerar la misma, reducir la jornada laboral, entre las primeras, o el pago de un ingreso universal básico fue otra de las alternativas lanzadas al ruedo, entre las segundas.

Por encima de hipótesis y evaluaciones, es indiscutible que desde hace décadas se registra un incremento de la productividad y la OIT proyecta que el corriente año terminará con 201 millones de desocupados a nivel global, a los cuales estima que el año venidero se sumarán 2.7 millones de desocupados más.

El futuro del trabajo es el tema central que el máximo organismo mundial del las Naciones Unidas en la materia incluyó en su agenda con miras a la celebración de su primer centenario en el 2019, ya que es la única agencia de la disuelta Liga de las Naciones, creada al finalizar la primera guerra mundial, que perduró hasta nuestros días.

En el escenario descripto, las políticas implementadas por el gobierno de nuestro país van en sentido contrario al enfoque de la OIT. Toda vez que se liberan de aranceles las importaciones, se deja la suerte del empleo librada a los avatares del mercado. Se está implementando una política de ajuste siguiendo recetas ortodoxas que procuran vanamente controlar la inflación con altas tasas y enfriando la actividad económica, lo cual nos introduce en un círculo vicioso de recesión: genera indefectiblemente mayor desocupación e implica, sobre todas las cosas, “desindustrialización”.

Lejos de preocuparse por el futuro del trabajo y de los trabajadores, toma al mismo como un costo, una variable de ajuste económico, y centra su interés en la productividad potenciando la concentración de riqueza en pocas manos. De continuar transitándose ese rumbo, el futuro del trabajo y de los trabajadores en nuestro país es sumamente pesimista.

Encuentro oportuna esta conmemoración del Día del Trabajo para instar a todas las fuerzas políticas, comenzando por las que integran la alianza gobernante, y a los actores sociales a involucrarse en el debate generado por la OIT y explorar cursos de acción que, por lo menos, morigeren los efectos de la automatización sobre el empleo, poniendo la política y la economía al servicio del hombre como pregona el Papa Francisco.

*Ex ministro de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires.