En un texto biográfico, el escritor analiza al pianista del bigote bicolor tras editar “Yendo de la cama al living”: su debut como solita luego de integrar bandas legendarias como Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros o Serú Girán.

“No bombardeen Barrio Norte”, recientemente publicado por la editorial Vademécum, es el resultado de un trabajo arqueológico sobre un período particular en la carrera de Charly García. “Es una etapa de transición”, resume Martín Zariello, su autor. “En Yendo de la cama al living/Pubis Angelical escuchamos la culminación de su rol como líder de un grupo para emprender el camino en solitario”, narra. Esa ambivalencia estética es el punto de partida que posibilita saltar hacia atrás y adelante en el tiempo: desde su vínculo creativo con Aznar hasta la era pos Palito o sus discos piratas.

El escritor marplatense confiesa su pertenencia a la generación de fans posterior a “Say No More” que, para algunas voces críticas, es el símbolo de la decadencia. “El imaginario sobre esa época pone su mirada en recitales inconclusos o en escándalos. Yo valoro el riesgo que asume al modificar por completo su postura artística. En el libro, intento buscar continuidades entre ambos ciclos”, apunta.

¿Pensas al disco como parte de una trilogía que completan “Clics modernos” y “Piano bar”?
Representa dos momentos en simultáneo, algo que no sería raro si tenemos en cuenta que Charly maneja un nivel de ambigüedad bastante importante. Sin dudas, inicia el trinomio pero también cierra su etapa setentista.

¿Qué motiva la elección del primer álbum solista como objeto de estudio?
Es una decisión conjunta con el editor, Horacio Roque Di Pietro. Además, porque el LP publicado en 1982 sirve para analizar el devenir de su carrera a través de las versiones en vivo de sus temas. Mi intención es describir al artista en general, motivado por el deseo de puntualizar en su música, en sus canciones y en las partes de su vida que sirven para entender su obra.

Los argumentos para ratificar la decisión abundan: el ingreso de García en el universo tecnológico, su determinación para tocar todos los instrumentos durante la grabación o la potencia de sus letras. Por esa razón, cada uno de los capítulos analiza con minuciosidad cada tema del elepé.

¿Existe una rivalidad entre Charly y Luis Alberto Spinetta o es una influencia mutua?
Enfrentarlos, en ciertos términos, resulta productivo para pensar el rock argentino. Una estética no anula a la otra. Sinceramente, pienso que eso lo instala el sector más ortodoxo de los spinetteanos: recordemos que silbaron a Charly cuando -a mediados del ´80- “El Flaco” lo invita a un show. En cambio, cuando la situación es inversa, los fanáticos obsequian una cálida ovación. Esto todavía se puede ver en comentarios de YouTube donde las ofensas continúan en la misma dirección.

Cuando mencionan a los grandes poetas del rock argentino, no suelen incluirlo en la nómina, ¿hay cierto ninguneo hacia su desempeño como letrista?
Él no es un poeta. Simplemente, es un excelente letrista de rock. Spinetta, Miguel Abuelo o el Indio, en cambio, tienen una pretensión ligada a lo verbal, a la sonoridad, a incluir en su lírica palabras que están por fuera del lenguaje coloquial. Charly es todo lo contrario: empatía, identificación, visceralidad y ternura. No sé si estoy muy de acuerdo con la idea de que un letrista de rock es bueno sólo si es “poético”, creo que las letras de rock deberían justificarse por su propio peso específico.