Alejandro Delgado Morales

Cientos de jóvenes en universidades, terciarios y escuelas; cientos de trabajadores en medios barriales, regionales, alternativos; cientos de profesionales soñando con alcanzar la mejor verdad posible, el mejor título, la mejor entrevista y el objetivo más difícil; cientos buscándole la vuelta para tirar abajo los muros de la coyuntura. El crítico y desalentador presente del periodismo argentino desde ya que puede ser vencido.

Este presente ubica a la profesión en el peor momento desde el regreso a la democracia en el país, en 1983: Despidos a granel, cierres de empresas y redacciones, precarización laboral, condicionamientos, destratos, deformaciones periodísticas, proliferación de mentiras. Este presente ultra tecnológico, de furiosas redes sociales y que empuja al sálvese quien pueda.

Según trabajos estatales y privados, la sociedad argentina sufre pobreza, fragilidad y necesidades básicas no resueltas en su gran mayoría. Y al margen de los estudios y las estadísticas, alcanza con mirar para un costado o recorrer los cinturones de las grandes urbes, por ejemplo, para sentir dolor ante una realidad inocultable. El contexto general no ayuda, sin dudas.

Una tendencia muy extendida llevó y lleva a los gobiernos de distintas escalas a querer un periodismo dócil, maleable, disciplinado o “comprado”, con tal de satisfacer sus inquietudes y, desde luego, sin importar daños. Así, fueron y van por todo. Así, encontraron y encuentran en la ruta a corazones débiles o necesitados, inescrupulosos o mercenarios. Y todo se transforma.

Se suele escuchar algo así como la existencia de un “viejo periodismo” y uno “nuevo”, desde el supuesto de que uno es mejor que el otro, pensado en términos generacionales. Pues se puede coincidir que la realidad para antes, ahora y el futuro, va por el lado del buen periodismo.

El sometimiento a un gobernante, un empresario (la pauta publicitaria suele mover montañas) o al propio temor, ha dado sobradas pruebas de mediocridad opuesta al periodismo de cátedra, raza o sangre. Esto se ha visto en Argentina por años, pero ahora mucho más.

Claro que se nota. Cómo no se va a notar que un periodista le pone alfombra roja a exponentes del gobierno todos los domingos a la noche en TV. Cómo no se va a notar que tal diario simula equidistancia y te parte la cabeza con tapas sucias. Cómo no va a resultar obvio escuchar que ese programa radial no es otra cosa que una suerte de quirófano para picotear cabezas.

Muchas fueron las veces que se ha dicho que toda crisis bien puede generar oportunidades. Esta crisis es bien grande, el desafío por el triunfo de los buenos es enorme.