A quince días de iniciar oficialmente la estación más caliente del año y con la llegada de las primeras temperaturas por encima de la media, una alimentación sana y equilibrada resulta fundamental para mantenerse activos y gozar de una buena salud. Una correcta hidratación es la pieza clave.

Comer en verano implica adaptar la dieta a un menor consumo de energía e incluir en ella alimentos con importantes cantidades de vitaminas, minerales, antioxidantes y agua que ayuden a reducir la temperatura corporal.

El organismo en verano no necesita trabajar tanto, por lo que consume muchas menos calorías. De ahí que la alimentación debe cambiar y adaptarse al ambiente caluroso. Sin embargo, el comportamiento de las personas respecto a los alimentos también cambia en verano y es más frecuente saltearse comidas, llevar un horario desordenado o comer en exceso como parte de las reuniones propias del ocio y el descanso. Se trasnocha más, por lo que se levanta la gente tarde y no se desayuna, y se consume más alcohol. Los cambios en la rutina diaria favorecen a una mala alimentación.

La dieta ideal para el verano es aquella que nutre y refresca a la vez, pero también debe proveer una protección adecuada a la piel.

Durante la época de calor deben realizarse al menos cuatro comidas al día y no picar entre horas. Así, se favorece el mantenimiento del peso y se evita ganar kilos que luego son tan difíciles de perder.

En altas temperaturas, las grasas son menos necesarias y se deben reducir. Por eso el camino obligado es prescindir de comidas grasientas y fritos que pueden hacer más pesada la digestión y aportar calorías extras innecesarias. En su lugar, se puede optar por las verduras y hortalizas, en forma de ensaladas y sopas frías, que se toman frescas y crudas.

Además, comer en verano exige una forma de cocinar simple con carnes magras y pescados a la plancha o al horno. Los alimentos cocinados de esta forma apenas necesitan aceite y mantienen todas sus propiedades nutritivas.

Las frutas, tan variadas y apetecibles durante la época de calor, son otras de las protagonistas. Pero se deben tomar sin azúcares añadidos y como parte de una alimentación completa, no en forma de dietas extravagantes y exclusivas. Una dieta a base solo de fruta no es recomendable, entre otras razones, por su alto contenido en azúcares.

Durante el verano el mejor refresco es el agua. Debe desecharse el exceso de refrescos, cervezas y otros alcoholes, y en su lugar, consumir dos litros de agua al día. Una pizca de jugo de limón en el agua puede hacerla más apetecible a niños y mayores. No hay que olvidar beber durante todo el día a pequeños sorbos y no solo en las comidas. Una hidratación óptima es la base de una buena dieta veraniega.

Fuente: Saludemia