Como todas las semanas, Virgina Demattei compartió el Editorial de la Mujer. Hoy, el aniversario de Florencio Varela no fue ajeno. "La Carolina: Carolina Kimble". Revivilo.

"Muy jovencita, cargada de sueños, amor y angustia. Cruza el Atlántico mirando América. Está a su lado su amor, su hombre para toda la vida. Carolina Kimble. Deja con enojo a sus padres, que no ven con buenos ojos su relación. Carolina rompe los mandatos de la época y se casa, y se van de la nueva Inglaterra de los Estados Unidos donde nació en el Siglo XVIII. Cuando llegan a estas tierras las compran baratas. Nadie las quería comprar por la leyenda del lugar; había muerto un esclavo enamorado de su patrona, y el dueño de su vida lo cuelga de un árbol hasta morir. Los vecinos creen ver por las noches al negrito llorando.

En un rancho de tejas de madera, rodeado de ombúes y al costado un arroyo, donde la naturaleza se viste de fiesta. Carolina es culta, trajo su pequeña biblioteca y poca ropa como equipaje. Carolina es madre de seis niños; el cuarto, el famoso Guillermo Enrique Hudson, sin dudas el más mimado de su madre. Es un ser que ama con ese instinto que fortalece a sus hijos. Carolina también es madraza, amamanta a un niño que queda sin madre al nacer. Vive entre familias de vecinos gauchos que se acercan siempre en busca de consejos. No hay escuelas, viene a su casa un maestro ingés que da clases todos los días.

Un día escuchó gritos. Nota que el maestro, con el rebenque en sus manos, intenta pegar a los niños. Fue una decepción para Carolina que lo echa de inmediato del lugar. Cubrió el aprendizaje de sus niños, no era una madre de la época, que daba siempre la razón al maestro.

Entre ovejas que cría Daniel Hudson, su hombre enamorado, que pasean a menudo por las calles de Buenos Aires, visitando a otros paisanos vecinos de Inglaterra. Llegan en un carruaje por caminos difíciles a ese puerto que fascinaba a Carolina y sus hijos. Puede hablar su idioma con otras mujeres. Es muy largo ese trayecto, son días que dejan atrás la extensa y ondulada verde llanura, queda en Florencio Varela, hoy es ese nombre esas tierras. En ese entonces eran las tierras de Magdalena. 

En 1837, el rancho de los Hudson era conocido por los 25 ombúes. Hoy quedan retoños en el mismo lugar y el rancho natal luce con el mismo esplendor, hoy Siglo XXI. Pasa el tiempo y se mudan cerca, pero los ojos de Carolina no pueden dejar de recordar ese increíble y bello tiempo donde veía jugar en los árboles rodeados de flores silvestres a sus hijos.

Su hijo Guillermo contempla los pájaros, que data luego en libros famosos. En ese momento era su madre quien concibe sus ideas y es cómplice de su andar taciturno. Comprende a ese niño tan sombrío parecido a ella.

Carolina Kimble muere a los 40 años; no la sostiene el amor de sus hijos, ni el de su generoso y amante marido; ya nada será igual. Esas tierras llevan hoy el nombre de sus barrios: La Carolina. Su andar quedó en la memoria colectiva, y es hoy campos, calles, pueblo y ciudad.

Carolina, una mujer que supo amar la tierra prometida."

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