Por Eduardo Anguita.

En pocos días Mauricio Macri deberá abrir el año legislativo. Desde que el 20 de julio de 2018 se formalizó el acuerdo con el FMI, el Presidente no tiene mucho que decir más que el plan es el ajuste.

Verbigracia: acomodar el destino de la Argentina a los lineamientos del organismo internacional. Es evidente que -dado que a partir de 2020 habrá que hacer los reembolsos correspondientes al FMI o renegociar los términos del acuerdo- el libreto de Cambiemos es y será ese durante estos meses de abierta disputa político electoral.

La pregunta es ¿hay otros caminos alternativos al de Cambiemos? Y la respuesta es que sí. En primer lugar porque entre las promesas incumplidas de la gestión de Macri fue la de crear un clima de inversiones, tanto para los empresarios nativos como para los grupos transnacionales. Eso no lo logró el macrismo. Si en enero hubo una inflación mayor que en los dos últimos meses de 2018 y si la fuga de dólares sigue en aumento es porque ni Macri ni su equipo económico toma en cuenta que los sucesivos tarifazos se convirtieron en la autopista para la combinación de inflación y recesión. El asunto de la energía –tomado como central por Macri- derivó en que favorecieron a las empresas que explotan yacimientos de gas no convencional en Vaca Muerta con subsidios millonarios y cuando el nuevo secretario del área, Gustavo Lopetegui, intentó bajarlos, el propio Paolo Rocca, presidente de Techint, rompió lanzas con el gobierno. Dicho en criollo: Macri no logra tener como interlocutores a quienes se denomina el Círculo Rojo. En el caso de Techint, que tiene sus mayores inversiones fuera de la Argentina, sus operadores de relaciones institucionales están con los teléfonos prendidos fuego con representantes de todas las fuerzas políticas. Y no es para un ardid, sino porque las multinacionales miran sus intereses y no el color político de quien gobierna. Con las bebidas cola sucede algo similar: las primeras marcas achican sus presupuestos y despiden trabajadores porque venden menos.

Crecen las segundas marcas. Una empresa nacional –con algunas plantas fuera de la Argentina- como Arcor también sufre la crisis por la caída del consumo. Su titular, Luis Pagani, junto a Paolo Rocca y a Héctor Magnetto –del grupo Clarín-Telecom- son la columna vertebral de la Asociación Empresaria Argentina y están lejos del alineamiento automático con el oficialismo.

En virtud de no abundar demasiado en esto, solo es importante señalar que el gobierno de Cambiemos tiene muchos CEOs pero hoy los CEOs no hacen sus planes en base a un segundo mandato de esa fuerza. Es más, el casi seguro lanzamiento de Roberto Lavagna en la carrera presidencial es parte de una lógica del peronismo, pero también de sectores del radicalismo, del socialismo santafesino, de una parte importante del sindicalismo y, además, de sectores empresarios poderosos dispuestos a ver en la Casa Rosada a alguien que impulse algo tan simple como inyectar dinero al mercado interno, mejorar las condiciones sociales y evitar que se sigan cerrando fábricas, talleres y comercios. Si la inflación sigue la espiral y ni siquiera hay una paritaria nacional docente –por mencionar un sector muy postergado y a su vez vital para la vida nacional como es la educación y la calidad de los ingresos docentes-, sería impensable que quienes tienen poder político y económico no esperen un 2019 abierto.

Peronistas, radicales y encuestas

Los DNU firmados por Macri no van a prosperar en el Congreso. Pese a las idas y venidas de un peronismo disgregado en los primeros años de Cambiemos, hoy el peronismo tiene diálogo interno. Entre sectores y dirigentes que quizá no tengan identidad doctrinaria ni defiendan los mismos intereses. Sin embargo, en distritos claves ya llegaron a acuerdos para acordar candidaturas. Hasta fin de año, cualquiera podía decir sin equivocarse que había un peronismo racional, dialoguista con el gobierno y otro que confrontaba con Macri. Hoy Cristina es una figura que –más allá de si decide o no presentar su candidatura- juega para ese diálogo. Como lo hacen muchos de los dirigentes que la acompañaron durante años. Pero otros referentes, como Eduardo Duhalde, van en la misma dirección.

Y eso deja una puerta abierta a acuerdos. ¿De qué profundidad pueden ser los acuerdos? En un año electoral pueden abrir puertas para dar pelea a Cambiemos con una o dos fórmulas pero que se correspondan con una oposición que dialoga. ¿De qué profundidad pueden ser esos acuerdos en un país que al año siguiente necesita replantearse una estrategia frente a la deuda y encausar un plan económico no recesivo? La respuesta parece imposible hasta ahora y difícilmente en un año electoral se puedan hacer predicciones al respecto. Sin embargo, los empresarios y banqueros ya van al Instituto Patria a conversar con los dirigentes kirchneristas y la misión del FMI visita a Axel Kiciloff en su despacho de diputado.

Los radicales quizá quieran ir a las PASO con Macri. Quieren ahora un protagonismo que no tuvieron en los años previos. Signos de un tiempo plagado de urgencias y de preguntas que esperan respuestas para los sectores más desposeídos de la sociedad.

Los estudios de opinión pública coinciden en que las prioridades son la inflación, las tarifas, la economía del día a día. Difieren en cuanto a las preferencias electorales. Entre otras cosas, básicas, es porque todavía el único que se lanzó es Macri. El mapa electoral nacional no se conoce todavía. Puede haber sorpresas en ese terreno.