Por Alejandro Delgado Morales. Los efectos de la pandemia pegaron duro también en el periodismo argentino, al punto de alterar conductas e impactar en el corazón del profesionalismo. Sólo los periodistas honestos pudieron mantenerse inmunes.

Los periodistas serios y responsables debieron familiarizarse con infectólogos, laboratorios y terminologías específicas, de igual modo que bucear entre aspectos judiciales y problemáticas docentes. Mantuvieron una línea de conducta de razonabilidad y hasta lograron evitar caer en tentaciones, de esas que están a la vuelta de la esquina.

En la vereda de enfrente, un cúmulo de curiosidades: La pandemia parece haberles inyectado altas dosis de sarcasmo, especialmente a quienes lucen en cámara cejas cuidadas, barbas inmaculadas y sobre todo, la peor de las sonrisas frente situaciones delicadas.

De base son operadores vestidos de periodistas y podríamos detenernos acá. Suficiente descripción como para entender dónde se pararon en la pandemia. Pero parece necesario anexar algunos tópicos, porque hasta los chistes burlones y mentiritas al pasar, podría decirse que forman parte del habitual escenario argento para estos exponentes.

Una de las espadas de Radio Mitre habló de tenerse que ir a “formatear a la Argentina de modo más autoritario para poder manejar semejante descalabro”, refiriéndose a situaciones de injusticia social que, según entiende, destiñen a la democracia. Y logró ubicarse en una suerte de empleado Mac Donald del mes con semejante reflexión.

Como que la dimensión pandémica les detonó las inhibiciones. Salvo quienes aún jugando en el equipo de la ideología de la derecha, el dinero y la sumisión al poder se esforzaron por aparentar equidistancia, la franja de los brutales colgaron sus trajes de periodistas y se expusieron en la cancha de cara al sol (valga en este caso la alusión al falangismo y su generalísimo dictador Francisco Franco).

Dándose las manos y aplaudiéndose entre sí en un canal de cable, manteniendo la línea anti popular en otro, sosteniendo banderas repulsivas por la TV abierta, operando en 2 de los principales diarios del país e insultando y bajando línea en la AM con mayor registro de audiencia, actores y actrices del engaño florecieron como en primavera.

Periodistas de culto, periodistas de guerra, ex periodistas devenidos a operadores políticos alimentan a fieles seguidores que precisan de sus contenidos para esparcir como verdades puras en el supermercado, colas de bancos, verdulerías, peluquerías y redes sociales. Mensajeros, receptores… Una cadena multiplicadora.

Cadena que en ocasiones llega a penetrar las defensas de quienes habitan la angosta avenida del medio, donde se mueve la franja que está al margen de la política, viven su vida de puertas para adentro o bien prefieren no impregnarse de nada que altere su ecosistema, De tal forma, tanto decir, acusar, difamar, mostrar cuentas inexistentes en las islas Seychelles, algo logran filtrar.

El periodismo en la Argentina venía en crisis antes de la explosión del coronavirus (expuesto en este blog varias veces) por diversas razones: Secuelas económicas consumadas en cierres de empresas, precarización laboral, condicionamientos y distorsiones profesionales.

Pero la pandemia abrió de par en par las compuertas de un evidente dique de contención y dejó expuestas las peores prácticas. ¿Se puede regresar de esta situación extrema? Una respuesta podría buscarse emparentando la reflexión con otra pregunta ¿Es posible que quienes en la población portan odio en sangre puedan arrimarse al pensamiento nacional y popular?

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La nota fue realizada en el programa de radio “Entre amigos” (red de radios), que conducen Nando Rodriguez y Roberto Zarlenga, acompañados por Eduardo Anguita, Gustavo Marangoni, Gustavo Talaván y gran equipo de producción y coordinación.

El programa se emite por: Late 93.1 (Puerto Madero) Radio El Sol AM 1450 (Puerto Madero) FM Sur 88.9 ( Quilmes ) 97.7 AgenHoy y 105.1 de Lomas