Basta con mirar el rostro del gobernador Axel Kicillof durante las conferencias de prensa, como para comprender que la preocupación máxima está puesta en la llegada del coronavirus a su territorio, principalmente al conurbano. "Los pobres caerían como castillos de naipes", ejemplificó un funcionario.

Es el infierno tan temido para quienes gobiernan y se enfrentan a un enemigo invisible que acecha en todos los rincones. Las proyecciones confidenciales que tiene Alberto Fernández ponen los pelos de punta.

Hay quienes sostienen que en la Argentina, se esperan tres mil muertos por la pandemia. Es un pronóstico de un promedio que luego se ajusta a la baja, como en la gripe A, o a peores cifras. En 2009, cuando el gobierno de Cristina Kirchner intentó subestimar la epidemia por razones electorales, se esperaban 1600 muertes: fallecieron justo la mitad.

Otras fuentes señalan que un informe que está en manos del ministro de Salud, Ginés González García, detalla incluso que la Argentina podría "llegar a principios de mes de junio con un total aproximado de 250 mil casos", lo que podría ser absorbido por el sistema sanitario, siempre que se adopten una serie de "recomendaciones". Pero sin esos lineamientos o "si no se lograra un nivel alto de acatamiento" a la cuarentena que decretó el presidente Alberto Fernández, la Argentina no lograría "aplanar la curva" de infecciones, que "superaría los 2,2 millones para el mes de junio", con el inevitable "colapso del sistema de atención" y el consiguiente incremento "exponencial" de muertes.

Por estas horas, hay preguntas que empiezan a agitarse con demasiada frecuencia entre los generales que están al frente de esta guerra sin cuartel. Llegará un día en que los casos positivos de coronavirus estremecerán a todos.

Lo sabe Alberto Fernández, que declaró la cuarentena obligatoria hasta el 31 de marzo. También está en la carpeta de los líderes de la oposición. Algunos creen que el pico se dará el 15 de abril. Otros hablan de la última semana de ese mes o primera de mayo y prefieren no establecer una jornada determinada.

Lo cierto es que el país mutará en pocas semanas a la fase de contagio comunitario. Precisamente, es cuando la enfermedad escala fuerte. Fernández y los gobernadores tienen una prioridad, por encima de otras también urgentes: hay que dar un paso adelante para que el sistema de salud no colapse.

En la Casa Rosada admiten que :“Lo peor está por venir y nos estamos preparando”. Esa consigna es la que une y genera sintonía entre el jefe de Estado y Horacio Rodríguez Larreta. Los mandatarios llegaron a reunirse tres veces en menos de veinticuatro horas. Sucedió después de que el jefe de Gobierno recibiera su propia curva de proyección del coronavirus en la Ciudad. Las cifras sacudieron su temple.

En esta dirección, hay que decir que no solo el alcalde se inquietó por la situación de los porteños. En su equipo le avisaron que el primer cordón del Conurbano (Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora y una parte de La Matanza, entre otras localidades) también se verán muy afectadas y que podría requerir atención en alguno de los 33 hospitales de la Capital. Por eso, el jueves pidió una reunión con el Presidente.

En la provincia de Buenos Aires, no parece sencillo de implementar las normas de distanciamiento obligatorio. Sobre todo, en las barriadas superpobladas del conurbano, agobiadas por la crisis económica. Quedarse en la casa no es fácil para nadie, pero para esas personas que viven de changas y del cartoneo, hay que reconocer que se trata de una medida de casi imposible cumplimiento.

En la mayoría de estos más de 1100 barrios populares que componen la geografía de los 24 municipios, miles de personas viven como pueden. Gran parte hacinadas, en viviendas precarias. Solo tienen a su disposición aguas servidas, con lo que difícilmente puedan cumplir con el lavado de manos con jabón varias veces al día, como recomiendan los epidemiólogos.

Son parte de la dramática realidad y las preguntas que se hacen en esos conglomerados son infinitas. Si no podemos ir a los comedores, ¿qué hacemos? ¿Vendrá alguien a darnos viandas, como se comenta? ¿Habrá que anotarse en algún lado? Si vamos al municipio a anotarnos, ¿nos van a meter presos? Pero: ¿hay algún caso de coronavirus entre nosotros?
Y quizás esta sea la clave. El coronavirus afortunadamente todavía no llegó a los barrios populares y aún no se generó el temor al contagio. Por eso, los funcionarios descuentan que el aislamiento va a durar poco y solo será posible implementarlo cuando haya “transmisión comunitaria”, lo que tal vez ya sucedió, pero aún no se contabiliza.

Para cuando explote la bomba, hay dirigentes sociales que piensan que la única manera de proteger a la población será el cierre de algunos barrios, para evitar que se trasladen al centro de los distritos, donde ya empieza a circular el virus.

“Porque cuando entre en algunos lugares, entre el hacinamiento, la falta de agua potable y la mala calidad de alimentación, los compañeros van a caer en masa”, le dijeron a un funcionario del Gobierno nacional.

Otros, sin embargo, creen que semejante decisión sería un verdadero desastre. “Armar ghettos será un remedio peor que la enfermedad, no habrá modo de evitar que se muevan de una localidad a otra y se va a desatar una ola de violencia que será incontenible”, opinó un experto en tareas sociales de territorio.El ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, ya tomó nota de ello y le comunicó a los altos jefes policiales que hay que estar alertas y con los ojos bien abiertos.

Además, hay quienes sostienen que “lo ideal sería que el mismo Ejército se encargue de distribuir viandas en los lugares más necesitados, evitando que la gente se desplace y, de paso, que vaya tomando conciencia del problema entre los barrios más humildes”.

Aunque nadie lo diga, este es el verdadero temor que recorre los pasillos de la gobernación. El contagio entre personas bien alimentadas y con buena salud es una experiencia manejable, pero se descuenta que será extremadamente peligroso sin condiciones elementales de higiene y desarrollo humanos.

Kicillof transfirió la preocupación a la Nación. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, coincide con el gobernador en que hay que atender al amplio mundo de las changas y del cuentapropismo en el Conurbano. Es un sector dividido en tres. Están las personas que tienen planes sociales y además hacen changas (plomeros, gasistas, etc); los que hacen changas de modo más integrado (carpinteros o remiseros que viven con sus ingresos) y el sector más pobre, que solo realiza esas tareas cada tanto, en áreas de la construcción o a domicilio.

Para que esos tres espacios tengan dinamismo es fundamental - según sostiene Arroyo- “ tiene que derramar la economía formal. Cuando se traba estamos en problemas y en un contexto crítico como este todo es peor”.

En el complejo escenario que estamos viviendo, trascendió que el ministro de Salud, Ginés González García, construyó cuatro escenarios en base a la experiencia externa.

El pesimista habla de una duplicación de casos cada tres días sin aplanamiento de la curva de contagios. Como sucede en Europa.

El optimista refiere a la evolución que la enfermedad tuvo en China.

El escenario intermedio tardío señala duplicación de casos hasta el 15 de abril y luego un comportamiento similar al de China.

El marco intermedio temprano insiste con la duplicación de casos cada tres días y una evolución posterior similar a la del gigante asiático. En el frente gobernante, lo importante es que la población nota que hay liderazgo y se siente contenida.

El Presidente le Confesó al comité de crisis compuesto por los más destacados infectólogos de la Argentina: "Ustedes diganmé lo que hay que hacer en materia sanitaria, que de la política me encargo yo". Ese parece ser por ahora, el camino más apropiado.

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP y analista político. Para consultar su blogs, dirigirse al sitio: Jorge Joury De Tapas.