Por Padre Alejandro Cura. El Evangelio de hoy nos ofrece una imagen admirable del vínculo entre el Creador y sus criaturas, entre el Padre Dios con sus hijos y sus hijas. Así como los niños juegan tranquilos bajo la mirada protectora del papá o la mamá, los cristianos sabemos que Dios mismo nos cuida, no como empleados, sino como hijos.

4 Pascua-B- Domingo del Buen Pastor -Hech 4,8-12; 1Jn 3,1-2; Jn 10,11-18-


Buen domingo, comunidad. El Evangelio de hoy nos ofrece una imagen admirable del vínculo entre
el Creador y sus criaturas, entre el Padre Dios con sus hijos y sus hijas. Así como los niños juegan
tranquilos bajo la mirada protectora del papá o la mamá, los cristianos sabemos que Dios mismo nos
cuida, no como empleados, sino como hijos. Es la gratuidad del amor manifestado por el Buen Pastor que
conoce nuestros nombres, nuestras preocupaciones, nuestros temores e incertidumbres, que nos consuela,
que nos guía y nos acompaña.


El pastoreo de Cristo continúa en la Iglesia a través de sus pastores y misioneros, enviados para
cuidar y alimentar a su pueblo con la Palabra, el Pan de Vida, los sacramentos, y el servicio de guía de la
comunidad. La Iglesia no es como una casa terminada que ya no depende de su arquitecto, sino como un
río que fluye en la medida que esté vinculado a Cristo: la fuente que lo origina y alimenta. De esa fuente
surgen los ministerios que involucran a todos los bautizados llamados a dar testimonio ante los hermanos
sacudidos por las consecuencias dolorosas de la prolongada pandemia.


Hoy, en particular, los Oblatos los invitamos a rezar por todas las vocaciones. Las del seguimiento
más cercano en la vida sacerdotal, religiosa y consagrada. A las de servicio a la educación, a la salud, a las
mesas solidarias, al cuidado fraterno de los más frágiles y carenciados; y a todas las que brindan escucha,
cercanía, apoyo, ayuda fraterna y acompañamiento. Que el buen Pastor nos bendiga y María, Pastora de la
humanidad, nos cuide y proteja. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Para rezar, meditar y agradecer a Dios: SALMO 23 (22)

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal,

porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo.