*Por Alejandro Delgado Morales

El periodismo argentino sufrió en 2018 un nuevo golpe en su eje, con una mixtura de cierres de medios, despidos, desocupación, precarización laboral, manipulación informativa y complicidad político-empresarial con impacto en profesionales (?) devenidos a chirolitas (recordado muñeco del ventílocuo Chasman). Y el horizonte no es alentador.

Son tiempos de vértigo, redes sociales, constante caída de compra de diarios en papel, búsqueda de alto impacto, informaciones de procedencias dudosas, panelistas estridentes, mediáticos de profesión, pautas publicitarias direccionadas, un combo que sólo resiste el ejercicio periodístico profesional y responsable, que batalla en territorio enemigo.

Las cifras de periodistas despedidos varían según las organizaciones que las contemplan, pero no discrepan mucho al mencionar unos 3 mil. Periodistas que recurren a emprendimientos cooperativos, blogs, despliegue de imaginación, en definitiva, para poder ejercer la profesión elegida.

La inmediatez ante todo, la captación de atenciones al precio que fuere, tuvieron este año el desarrollo de un nuevo capítulo de Netflix.

En este contexto, el conflicto que detonó a la agencia de noticias Télam ocupó un lugar central en el crítico escenario, producto de 357 despidos y 119 días de paro total como consecuencia, que dejaron al medio estatal de 73 años de historia en una situación de profunda precariedad.

Una precariedad atada a la vocación del Directorio de rechazar al periodismo, priorizar un ajuste salvaje e ilegal -según fallos judiciales- y navegar entre la ignorancia y la insensibilidad.

El caso Télam formó y forma parte de un esquema que bien puede disparar una pregunta: ¿Por qué el gobierno desprecia a los medios públicos?

A primera vista, están quienes sostienen que el desdén gubernamental hacia Télam, Radio Nacional y la TV Pública obedece a que ve satisfechas sus aspiraciones con la cobertura del arsenal que dispone el Grupo Clarín. Complementariamente, que desde esa protección y la de aliados varios, podrían convertir en dinero esas estructuras.

Los argumentos aplicados en Télam para despedir pasaron por presunta superpoblación de personal y, en particular, de militantes políticos del kirchnerismo. Notable manera de sostener incompetencia tras más de 2 años de gestión y haber anunciado la proyección de la agencia nacional en una agencia internacional (inversiones en tecnología y capacitaciones mediantes).

Les cuesta a los gobiernos aceptar y plasmar medios públicos, pues amagan pero terminan prefiriendo que sean herramientas oficialistas. En este caso, anunciaron A y corporizaron B, al estilo de “pobreza cero”, la facilidad con que doblegarían a la inflación y la inexistencia de “ajustes”, hasta la “continuidad de Fútbol para Todos”.

La erosión progresa e interpela; la tolerancia, paciencia y creatividad afrontan nuevos desafíos. El periodismo argentino pasa su peor crisis desde el regreso a la democracia, en 1983.