Pasar de verdugos a víctimas, incluso cuestionando y acusando. De diseñadores de realidades virtuales a pragmáticos: Todo es posible en el maravilloso mundo macrista cuyos actores centrales lejos de guardar respetuoso silencio ante el caos que construyeron con esmero doblan apuestas y se esmeran por explicar lo inexplicable.

En este noviembre que parece interminable, la política argentina da muestras de que siempre se puede sorprender con algo. Y el periodismo también.

Desde algún lugar de confort, Mauricio Macri procurará después del 10 de diciembre manejar con un joystick al remanente opositor del PRO, Cambiemos o lo que termine siendo. En tanto, ascendió a Patricia Bullrich, le pidió nuevos votos de fidelidad a Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, confía en que el desparramo interno que viene dándose no llegará al hueso y decidió aplicar la enmienda Copperfield.

Qué mejor que el ilusionismo para hacer desaparecer el obelisco, ocultar la deuda con el FMI, la fuga de capitales, el bochorno de la pobreza y el cúmulo de necesidades abiertas como heridas. Así, las voces de espadas macristas salen al escenario de la sociedad, en tanto una franja colaboracionista del periodismo local da pruebas de haber renovado contrato y compromiso M.

Macri no se pone colorado para decir que con lo hecho por su gestión el próximo gobierno de Alberto Fernández encontrará las “bases” apropiadas para continuar “construyendo” país. Y el ministro de Economía del tramo final, Hernán Lacunza, no para de derramar metáforas absurdas por doquier justificando cualquier cosa.

No importa si un Protocolo es publicado en Boletín Oficial y al rato es detonado, de igual manera que un Secretario de Salud, que terminó además victimizándose aún cuando resulta responsable de precariedad sanitaria existente.

No hubo escrúpulos para hacer un “vivo” del matrimonio presidencial por Instagram en el que se filtraron contenidos no deseados y, eso sí, enterarnos de qué gustos de helados prefiere el hombre récord en días de vacaciones  durante un mandato en el Ejecutivo Nacional.

Y todo con el soporte mediático que apenas mermó, porque los gladiadores de plumas fáciles, lenguas picantes y caras duras no abandonaron el WhatsApp hasta estos días presidencial.

La grieta no desaparecerá por más esfuerzos que realice – muy bien que los realice – Alberto Fernández. El odio estará, aún cuando se ofrezca la otra mejilla una y otra vez o cuando se abran los brazos con espíritu conciliador. Todo esfuerzo en ese sentido será alentador, pero las raíces profundas de sentimientos nocivos exhiben una fea realidad.

El nuevo gobierno ni siquiera asumió, apenas mostró las puntitas de algunos naipes y sin más ni más salieron desde el macrismo ilustrado una seguidilla de críticas retorcidas, advertencias y augurios de fracasos seguros.

¿Cómo logrará equilibrio interior el Frente de Todos para el desafío que tiene? Pues en la cancha se verán los pingos.

Alejandro Delgado Morales.