Por el Padre Julio Cura. Hoy nos alegra la fiesta de la Asunción de María al cielo. La invocamos mientras peregrinamos con el pueblo fiel, junto a nuestros seres queridos, vínculos y afectos hacia la casa del Padre donde nos ha precedido y espera. Míranos Madre buena y bendícenos.

Buen domingo familia. En el contexto de la reflexión sobre el Pan de Vida y el centenario de los Oblatos en Argentina, hoy celebramos con alegría la Asunción al cielo de nuestra Madre. Pero no abandonamos el tema, sino que lo incluimos: porque María es la Madre de ese Pan, y también de los misioneros Oblatos que llevan su Nombre. En efecto, esto tiene su correlato en la experiencia de su fundador, el padre Lanteri, miembro de una familia creyente de nueve hijos. Cuando tenía apenas 4 años, Bruno quedó huérfano de su mamá.

Su padre, Pedro, conocido como médico de los pobres, lo llevó a la iglesia del pueblo y frente a una imagen de María se lo ofreció, diciéndole: en adelante ella será tu madre y te cuidará. Desde entonces su vida quedó empapada de la presencia de María y quiso que los miembros de su Congregación llevaran el nombre de Oblatos, ofrecidos.

El evangelio de hoy nos presenta el relato de la Visitación. María no duda en ponerse en camino para compartir la alegría del Dios con nosotros y socorrer a su prima Isabel, que será signo de un servicio constante en favor de su Pueblo. Cada vez que celebramos una fiesta mariana, hacemos realidad su profecía en adelante todos los hombres me llamarán feliz.

María, es feliz porque es mujer creyente, es feliz porque es humilde y dócil. El canto de María que evoca la oración de los pobres del Señor, es ahora el himno de acción de gracias por la presencia de Dios Salvador entre los hombres y mujeres, débiles, pobres, pero creyentes.

Como Oblatos de la Virgen María, queremos compartir con ustedes el mensaje de esta fiesta, con la alegría de saber que tenemos en el cielo un corazón de Madre que sigue de cerca los caminos de sus hijos e hijas. Precisamente, el lema de la Congregación es Piensa en María e invoca a María.

Y nosotros, pensando en Ti te invocamos: vida, dulzura y esperanza nuestra, en medio del desconsuelo, el dolor, el cansancio, las difultades y pruebas del momento presente. Te invocamos, Madre buena, mientras peregrinamos con nuestros seres queridos, amigos, vínculos y afectos hacia la casa del Padre donde nos precediste.

Escucha, Madre, nuestra súplica y al final de nuestros días muéstranos a Jesús, el fruto bendito de tu vientre: Tú que eres bendita y dulce Virgen María. Protéjenos y bendícenos. Amén.