Se cumplen 202 años de la muerte del líder de las guerras gauchas, el prócer admirado por San Martín y al que más se le ha negado su lugar en la historia.
“Por estar a vuestro lado, me odian los decentes; por sacarles cuatro reales para que vosotros defendáis su propia libertad dando la vida por la Patria. Y os odian a vosotros, porque os ven resueltos a no ser más humillados y esclavizados por ellos”.
Martín Miguel de Güemes
El 17 de junio de 1821, en Cañada de la Horqueta, Martín Miguel de Güemes sucumbía a una herida de bala infringida, diez días antes, por las tropas realistas en connivencia con las clases altas salteñas que lo detestaban.
La devoción que le tenían sus soldados y los más postergados de su tierra, era inversamente proporcional al odio que le profesaban los sectores más rancios de la oligarquía porteña, de Salta y toda la región norte. Tras su muerte, su nombre fue maltratado y tachado repetidamente, para que la memoria argentina lo ocultase en rincones inaccesibles.
Pero se fue abriendo paso, desenterrándose del olvido, con la misma tenacidad con la que él y sus “gauchos infernales” cubrieron el flanco oriental permitiendo que las tropas lideradas por José de San Martín concretaran la independencia de Chile y su plan de atacar a Lima por la vía del Pacífico. Sin el porfiado accionar del caudillo salteño, otra hubiera sido la historia.
“Murió el abominable Güemes al huir de la sorpresa que le hicieron los enemigos. Ya tenemos un cacique menos”.
Sobre Guemes
Martín Miguel Juan de Mata Güemes nació en Salta, el 8 de febrero de 1785, acunado por una familia pudiente y de “alcurnia”. Su padre era español y se desempeñaba como tesorero real y comisario de guerra en la intendencia de Salta, en tanto que su madre era descendiente del fundador de San Salvador de Jujuy.
El lugar en el que creció marcó su infancia y, probablemente, es lo que definió el resto de su vida. Pasaba largas temporadas en la finca de su familia, en estrecho contacto con los trabajadores campesinos, con la tierra y con la geografía que lo rodeaba. Ese profundo conocimiento de los hombres y sus necesidades, y del suelo que defendería, fue la génesis del lazo y la confianza mutua con los gauchos que se unieron a sus tropas, años después, y que lo convirtió en un líder fundamental de las guerras de independencia y en el primer gobernador salteño elegido por asamblea popular, sin intervención de Buenos Aires.
Esas temporadas en la finca se intercalaban con los estudios en un prestigioso colegio de Buenos Aires y, a los 14 años, fue incorporado al regimiento de infantería de Salta.
Peleó en Buenos aires durante las invasiones de 1806 y 1807, año en que fue nombrado por Liniers como su ayudante y escolta de granaderos. Algunos historiadores aseguran que logró la rendición y captura de un buque británico, el “Justine”, que estaba varado en la costa a causa de la baja marea.
En el año 1808, tras la muerte de su padre, Güemes regresó a Salta para reponerse de una enfermedad pulmonar y hacerse cargo de la administración de los bienes de su familia.
Tras los sucesos de 1810 la figura del caudillo comienza a acrecentarse y a tomar protagonismo. No sólo en la dimensión militar, que no deja dudas de sus capacidades, sino también en el plano ideológico, ya que “es quien mejor puso en evidencia que la guerra independentista contra España era también la guerra contra Buenos Aires, más aún era la guerra contra la explotación feudal del pueblo bajo de gauchos, afrodescendientes, indígenas, condenados a la servitud esclavizante”. (Pacho O’Donnell – Güemes y la lucha de clases).
El compromiso del líder salteño fue, sobre todo, con los humildes, algo que nunca le fue perdonado.
Fuente: La Gazeta de Buenos Aires