Reflexiones del padre Julio Cura ante la profusión de palabras vacías en las redes y en los medios.

Buen domingo familia. Hoy, el evangelio de san Marcos nos presenta a Jesús como el profeta que habla con autoridad. Y ¿qué significa hoy hablar con autoridad? Ante la profusión de palabras vacías en las redes y los medios, trataré de responder con la misma Palabra de Dios desde los Salmos. El salmista, viendo la situación de su pueblo suplica: ¡Sálvanos, Señor, porque ya no hay gente buena, ha desaparecido la lealtad entre los hombres! No hacen más que mentirse unos a otros, hablan con labios engañosos y doblez de corazón (Salmo 2). Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: tú eres mi bien, no hay nada superior a ti. Ellos, en cambio… multiplican sus ídolos y corren tras ellos. (Salmo 16, 1-4).

Y Dios, que tiene autoridad, responde: “Por los sollozos del humilde y los gemidos del pobre, ahora me levantaré y daré mi ayuda al que suspira por ella”. El orante a su vez, exclama: Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré. Por eso mi corazón se alegra. Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha (Salmo 16,7-8; 9, 11).

Me pregunto: ¿cuál es el perfil del que habla con autoridad ante Dios? El salmista responde: “el que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. No hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado; el que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. Quien actúa así, nunca vacila” (Salmo15, 1-5).

La autoridad plena

Para poder obrar de este modo, el orante eleva su alma y pide a Dios: Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador y yo espero en ti todo el día. Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son eternos. No recuerdes los pecados ni las rebeldías de mi juventud: por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu fidelidad. El Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres (Salmo 25, 1-9).

Por lo dicho, solo Jesús tiene autoridad plena, porque es coherente: dice lo que piensa y hace lo que dice. Porque no hace acepción de personas y ama sin límites, sin cálculos, sin esperar réditos. Porque privilegia a los pobres, a los frágiles, a los desvalidos. Su obrar es sereno e infunde confianza. Tiene autoridad sobre los espíritus malignos y estos le obedecen. Manda a la tormenta impetuosa y al mar embravecido y sobreviene la calma. A Él le pedimos la gracia de vivir conforme a los criterios de su Palabra y dar razones de nuestra esperanza a quienes nos rodean. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.