Por Esteban Tancoff, psicólogo social y fundador de la Juventud Universitaria Peronista, para AgenHoy radio.

Estos últimos días de mayo, visitando mi memoria y la de mis amigos de la década del 60, con los que compartimos años de juvenil efervescencia, realizando arengas espontaneas en los barrios de Buenos Aires, pintando paredes , o apropiándonos del simbólico sable de San Martin, como legitima protesta durante la vigencia del infantil decreto 4161,(cuya transgresión no tenía infantiles consecuencias), su absurdo contenido prohibía mencionar o escribir el nombre de Perón.

Nuestro modo de lucha de jóvenes de barrio, no pretendía constituir una elite ni una secta , solo una resistencia al avasallamiento de una camarilla de militares , asociados a un sector de intereses económicos financieros, que habían tumbado la estabilidad más larga, en la historia de La Nación, en lo referente al desarrollo económico social, instalando junto a la ilegitimidad, la corrupción como modelo político.

Nunca imaginé, que años después, jóvenes, aparentemente con nuestros mismos objetivos, con algunos años menos que nosotros, que todavía no habían comenzado a gestar el inicio de una nueva generación, irían tan lejos de nuestro modo de lucha, de jóvenes comunes, que no queríamos ser ni una elite ni una secta, sino simples predicadores de una consigna compartida; recuperar la democracia con el poder de la gente, reparar la injusticia en un país donde pudiéramos elegir quienes nos gobiernen , recordando las palabras de Perón: El justicialismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes, pero no mártires entre el tiempo y la sangre elijo el tiempo.

Nos encontramos de pronto, pasando de nuestros actos relámpagos y nuestras acciones incruentas, al estupor seguido de complacencia, que inicialmente el secuestro y la muerte del general Aramburu nos produjo, una acción realizada por 12 jóvenes, con argumentos formales idénticos a los de nuestros sentimientos, en la que no fuimos consultados y que se realizó en nuestro nombre y por nuestros muertos.

Es de esta complacencia de la que quiero hablar, porque me desvela haber compartido la aceptación de un acto que constituyó el error político mas grave de nuestra reciente historia.
Muchos amigos y compañeros , continuaron sufriendo como Vallese torturas o muerte, aunque esta vez, por la adhesión a un pragmatismo de un cosmos hecho de retazos, creyendo que la conciencia es sólo una palabra que usan los cobardes para infundir terror en los fuertes, algunos otros, indefensos , sólo pudieron ser víctimas de la fatalidad.

Hoy esta participando en la vida política de la Argentina la tercera generación posterior a la época en la que el peronismo se constituyó en eje de la discusión por un modelo de país, no por su existencia teórica, sino por 10 años de acción transformadora fruto de un pensamiento político, cuya vigencia continua hoy en el anhelo de mayor justicia para todos, en el marco de una comunidad organizada.
Resulta entonces un deber para todos aquellos que participamos de la acción política a partir del golpe de Estado de 1955, sea cual fuera nuestro lugar, testimoniar desde nuestro punto de vista acerca de los hechos mas trascendentes de esos tiempos.

Nuestra generación no dispuso del tiempo necesario para realizar la autocrítica del gobierno depuesto que defendíamos, ése fue nuestro origen y nuestra marca. La autocritica es la cualidad más valiosa para lograr la mejor obra que el hombre se proponga , sea, escribir un poema, pintar un cuadro o gobernar un país. Pero no sólo la autocrítica es útil, también lo es la critica de los demás, cercanos o no, porque el ejercicio de su aceptación acerca a la tolerancia y esta aumenta la sabiduría.

Más que nacer a la política fuimos arrojados a ella, cuando todavía no se había disuelto el humo de la metralla que despedazo cientos de jóvenes hombres y mujeres en la misma plaza en que ,según recordaba Claudio Negrete ,se sepultaban a los pobres e indigentes de la antigua Buenos Aires, Plaza de Mayo.

Ingresamos a la vida universitaria siendo absoluta minoría, en la Universidad prevalecían los movimientos políticos que podían esgrimir una teoría sustentada por los teóricos Europeos desde Marx hasta Sartre, el peronismo no tenia “status teórico”, sus seguidores constituían una ofensa al pensamiento racional, por supuesto a nosotros nos agradaba el juego y transgredíamos constantemente las reglas del buen decir, nacimos a la vida política como opositores al Estado, porque para nosotros era ilegítimo, pero la ilegitimidad institucional del Estado involucraba a la propia Universidad y su racionalismo científico, caminábamos por una delgada cuerda de contradicciones.

Nos refugiábamos en los sindicatos, Calzado, Alimentación, Textiles , Telefónicos , eran nuestro ámbito natural, allí, hallábamos el fundamento vital para continuar nuestra estrategia de desgaste de la camarilla militar que detentaba el poder . Fue contra ese poder en el que se erigió nuestra identidad política, nuestra esperanza, de volver a la democracia, con Perón a la cabeza, nos sostenía. Abrimos las puertas de la universidad a los dirigentes sindicales, frente al asombro y curiosidad de quienes creían en ella como una isla democrática, pero no la practicaban.

La muerte en política, clausura la palabra, que además de la sangre es lo único de humano que tenemos; personalmente me hubiera gustado otra historia , me hubiera gustado la continuación del diálogo, que había comenzado, intermediado o no, de Aramburu con Perón, y mas allá de su desconfianza, creo que a Perón le hubiera gustado lo mismo. Son especulaciones a la que tenemos derecho a recurrir sin que nadie nos tome por la garganta, por contradecir las propias.
Si la muerte no es un eterno sueño sin pesadillas, en un cosmos no hecho de retazos , en algún banco de la Plaza de Mayo, entre el murmullo de hombres que construyeron con su esfuerzo éste país, Quizá se reinicie el frustrado diálogo y Aramburu le diga a Perón ;-
_Siéntese General, y Perón le respondiera, con su voz ronca, como dueño de casa, con personal sorna -Por favor, General, Primero Ud.

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